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Fuente La Nacion / Sebastian A. Rios - 07/Abr/2018

La reaparición del sarampión en la Argentina, y de otras enfermedades prevenibles con vacunas en el mundo, socava sus argumentos

No pasó desapercibido el caso de la beba de 8 meses residente en la ciudad de Buenos Aires que, sin antecedentes de viajes, recibió la semana pasada un diagnóstico de sarampión. Y era de esperar: ¡hacía 18 años que no se registraba ningún caso autóctono en la Argentina! Leída en el contexto global del rebrote de enfermedades hasta hace poco controladas por altas tasas de vacunación, la noticia plantea una pregunta que más de uno se hace por estos días: ¿llegó el momento de poner límites a los movimientos antivacunas? En la Argentina, el calendario vacunatorio oficial contempla 19 vacunas gratuitas y obligatorias

Es que para muchos Estados o naciones que hasta hace poco toleraban el pedido de grupos o personas de no recibir vacunas en defensa de libertades individuales (de credo, filosóficas, etcétera) ya es hora de asumir que el bien común, en este caso la salud pública, no puede ser vulnerado por decisiones que no tienen sustento en evidencias científicas. El caso más visible ha sido el de California, Estados Unidos, que tras un brote de sarampión que tuvo como epicentro los parques temáticos de Disney (y que se extendió luego a otros ocho estados, y a Canadá y México) decidió en 2015 emitir la llamada SB 277, una ley que prohibió que los padres interpongan "excepciones por razones personales" (es decir, razones no médicas) para evitar que sus hijos reciban las vacunas que se les exige para ingresar a las escuelas. La ley tuvo un efecto inmediato: desde su promulgación, las tasas de vacunación de los jardines de infantes californianos pasaron del 90,2% al 95,6%.

El caso de California no es el único. En un intento de hacer frente a tasas de inmunización peligrosamente bajas, Australia introdujo distintas leyes que, por ejemplo, contemplaban elevadas multas para las guarderías y los colegios que permiten la asistencia de chicos no vacunados, así como el retiro de beneficios impositivos para los padres que no vacunan a sus hijos. Italia, por su parte, comenzó este año a imponer una multa de 500 euros a los padres de chicos que al ingresar al colegio no cumplen con el calendario de vacunación; en Alemania, esa multa es de 2500 euros.

Si bien estas y otras leyes similares están logrando alcanzar su objetivo primario, que es restablecer tasas de vacunación que permitan detener la circulación de los agentes infecciosos como los que causan el sarampión, las paperas o la rubéola, también es cierto que los más férreos antivacunas siguen sin dar el brazo a torcer. Vale como ejemplo el dato de que en California, tras la promulgación de la ley SB 277, se incrementaron las "excepciones médicas" interpuestas por los padres para no vacunar a sus hijos.

A nivel nacional

Todas las personas que se identifican con el movimiento antivacunas que fueron consultadas para la elaboración de esta nota dijeron que la reaparición del sarampión en el país solo refuerza sus creencias.

 

"El núcleo duro de los movimientos antivacunas es prácticamente imposible de convencer con argumentos científicos. Pero existe un porcentaje de padres que no vacunan a sus hijos ya sea porque dudan o porque nunca han visto en su vida un caso de sarampión, y que ahora ante la realidad de que esta afección reaparece acuden a consultar, lo que representa una oportunidad para que se informen sobre la importancia de vacunar a sus hijos", afirma Iris Aguilar, jefa del departamento provincial de inmunizaciones de la provincia de Mendoza.

Carla Vizzotti, presidenta de la Sociedad Argentina de Vacunología y Epidemiología, coincide: "En la Argentina, es muy pequeño el número de personas que integran los grupos antivacunas, y son muy poco permeables a intercambiar información. Pero sí hay un grupo mucho más grande de la población que hoy se puede replantear la validez de la información, errónea, que difunden los movimientos antivacunas".

De hecho, cuenta Vizzotti que por estos días se ven en los consultorios casos de padres que no vacunaron a sus hijos contra el sarampión porque querían la menor intervención farmacológica posible sobre sus hijos o porque incluso había pediatras que decían "no los vacunes, porque no hay sarampión", pero que ahora quieren vacunar a sus hijos para que estén protegidos. Desde esta perspectiva, la alerta epidemiológica emitida por el Ministerio de Salud a raíz del primer caso de sarampión autóctono en 18 años es una oportunidad para reforzar el valor de la vacunación.

"En 2011 hubo un caso de sarampión (importado) dentro de una comunidad naturista en El Bolsón, que no adhería a la vacunación -cuenta Vizzotti, por aquel entonces directora nacional de Control de Enfermedades Inmunoprevenibles del Ministerio de Salud de la Nación-. Pero cuando se acercó a la comunidad el equipo de inmunizaciones de Río Negro para explicarles el riesgo de transmisión, la mayoría accedió a vacunarse. Una cosa es no percibir un riesgo, y otra no hacerlo cuando es algo concreto".

Refugios del movimiento antivacunas local han sido la homeopatía, la medicina ayurvédica y la antroposófica, entre otras. Sin embargo, a mediados de 2015 representantes de instituciones académicas de ayurveda y de homeopatía convocados por el Ministerio de Salud de la Nación firmaron una declaración conjunta en la que expresaron su apoyo a la política nacional de inmunizaciones, al considerar la vacunación una "estrategia válida para sostener los logros alcanzados en la salud de la comunidad y avanzar hacia el control y la eliminación de enfermedades transmisibles".

En cuanto a la llamada medicina antroposófica, algunos colegios guiados por esa filosofía, conocidos por su laxitud a la hora de exigir a sus alumnos los certificados que corroboran el cumplimiento con el calendario (gratuito y obligatorio) de vacunación, comenzaron en estos últimos tiempos a requerir dichos documentos. Claro que estas son decisiones de cada institución en particular, tan individuales como son la de no exigir que sus alumnos concurran a clase con sus vacunas al día.

"Si bien en el sector público los controles (del cumplimiento del calendario oficial de vacunación) son más eficientes y estrictos, en el sector privado tanto la vigilancia epidemiológica como la vacunación son más heterogéneas", explica Vizzotti, que señala la necesidad de generar un marco normativo destinado a dotar de estrategias para que los equipos de salud y de educación de las distintas jurisdicciones puedan favorecer el cumplimiento del calendario de vacunación.

El bien colectivo

En ese sentido, un caso interesante es el de Mendoza. "Una fortaleza que tenemos es que vamos a las escuelas a vacunar", comienza diciendo Iris Aguilar, y agrega: "Hemos hecho recientemente un cambio importante, que es ya no pedir un consentimiento informado a los padres para vacunar a sus hijos, como hacíamos antes, ya que las vacunas son obligatorias. Ahora enviamos a los padres una notificación de que vamos a vacunar, para que nos envíen la libreta de salud o, si quieren vacunar a sus hijos por fuera de la escuela, nos lo digan. En los casos en que nos dicen que hay una contraindicación médica, pedimos el certificado".

Iris cuenta que actualmente están analizando cómo trabajar en los casos en que los papás se nieguen a vacunar a sus hijos. "No se trata obviamente de ir con la fuerza pública, pero sí de hacer valer que la decisión individual no está por encima del bien colectivo, como lo estableció en materia de vacunación un fallo de la Corte Suprema en 2012, que obligó a que unos papás vacunaran a su hijo recién nacido, con el fundamento de que al no vacunarlo ponían en riesgo a la comunidad".

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